Sin embargo, especialmente en el caso de los países en desarrollo, un elemento común a los destinos turísticos es el surgimiento de externalidades con consecuencias indeseables. Estos efectos negativos pueden darse en el propio sector económico, por ejemplo, en la forma de desplazamiento de las unidades productivas locales por trasnacionales; o en los ámbitos social o medioambiental, a través del deterioro de las relaciones sociales y/o de la calidad de los recursos en que se sustenta la propia actividad turística.
La importancia de favorecer un equilibrio en esos tres aspectos: económico, social y medioambiental ha dado lugar a la idea de sustentabilidad, que se basa en la noción de que conservar los recursos (naturales, sociales) es más una necesidad que una consideración moral. Hacia la consecución de esa idea se han dirigido planes, programas y acciones desde las esferas gubernamental, social y privada, en los ámbitos tanto nacional como internacional; pero, pese a ello, lograr el reto de la sustentabilidad ha escala global ha probado ser una tarea complicada. Detrás de esto se encuentran las limitaciones que plantea la propia concepción del sistema económico en que se asienta (Juárez, 2008), aunque se han tenido avances en el uso ligado a la conservación de sitios y el empoderamiento de comunidades locales, especialmente a partir del desarrollo del turismo alternativo y sus vertientes (Barrera, 2006). En ese proceso ha sido clave la recuperación de lo local, del contexto, de la región, y esto a su vez ha traído al debate, de nueva cuenta, el concepto de desarrollo y sus múltiples adjetivos, entre ellos, el regional.
Referirse a desarrollo regional, como propone Boisier, remite a la idea de un proceso permanente de progreso de la propia región (de una unidad territorial organizada que contenga, en términos reales o en términos potenciales, los factores de su propio desarrollo, con total independencia de la escala), de la comunidad o sociedad que habita en ella y de cada individuo miembro de tal comunidad y habitante de tal territorio (Boisier, 1994: 7). Sin duda, la complejidad de esa definición es grande y la discusión respecto a la denominación del espacio sudcaliforniano, agregado o en localidades, en esa acepción escapa el propósito de estas líneas. No obstante lo anterior, considerando las características de región pequeña que despliega Baja California Sur, y de vulnerabilidad a la que éstas se asocian (Ángeles, 2008), adelantamos como valioso analizar bajo esa perspectiva los procesos de crecimiento turístico en la entidad y ofrecer alternativas en esa dirección que busquen responder positivamente para este estado de la república mexicana lo que Seers señala como importante para las naciones: “La pregunta a hacer respecto al desarrollo de un país es, por tanto, ¿qué le ha pasado a la pobreza?, ¿qué le ha pasado al empleo?, ¿qué le ha pasado a la desigualdad? Si las tres han descendido desde niveles altos, entonces, sin lugar a dudas, éste ha sido un período de desarrollo para el país”
Gámez Vázquez, A., Ivanova Boncheva, A.,
& Montaño Armendáriz, A. (Eds.). (2012). Turismo, sustentabilidad y
desarrollo regional en Sudcalifornia (Primera edición). La Paz, B.C.S:
Universidad Autónoma de Baja California Sur.
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